To pierce or not to-pierce...

La historia de esta ocasión comienza a mis quince años, justo un día después de haberlos cumplido (8 de diciembre, siendo exactos). Ese día decidí regalarme algo que en verdad me gustara y por lo cual yo dijera realmente: - ¡Gracias, es justo lo que quería!

Con la ayuda de una serie de mentiras lo conseguí, me puse un piercing en la lengua. ¿Porqué comencé por ahí? Simple estrategia, es el lugar donde los prefectos de aquellos tiempos escolares no podían verlo. Desde esa ocasión tengo ese gusto, llamémoslo así por las perforaciones pero, debido a mis también obligaciones académicas, lo que equivale a decir, era un preparatoriano recién en los quince, no podía llenarme el cuerpo de piercings.

Pasó algo de tiempo, algo así como tres años, para que volviera a hacer otra perforación. Esta vez ya era universitario, sujeto a reglas que nadie ha de cumplir (véase el empolvado reglamento universitario). La ubicación de este segundo “arete” podía ser elegida a voluntad, si necesidad de ocultarlo. Decidí que sería en la nuca, me fascinaba ver eso en otras personas, lucía como una extensión (externa) de su columna. Bien, lo hice, hubo complicaciones por mi obstinación a usar mangas largas (*Aquí es cuando explico que durante mucho tiempo he usado una chamarra guerrera, cuatro años suenan poco cuando algo te gusta tanto… ÖSTERREICH BUNDESHEER) y por ende cuello en la camiseta. Mismo que lleva a complicaciones con el piercing, heridas y demás. Ahora es sólo una cicatriz en mi nuca y tal vez algún día la reviva, par recordar viejos tiempos cj cj.

Bien, esa parte de mi había permanecido dormida por algo de tiempo. Según algunos principios rastafarios uno no ha de rasgar su carne ni cortar sus barbas. Algo exagerado, pero intenté seguirlo al menos en la medida de mis posibles.

(St. Google me llevó hasta la imagen de este tipo. Me resulta familiar)

Hace aproximadamente dos meses decidí perforarme las orejas, tal vez expandirlas, pero por ahora sólo perforarlas. Y entonces el gusanillo volvió a moverse. Quise seguir haciendo eso una y otra vez. Me descubría pensando en lugares posibles para perforar y ubicando riesgos de hacerlo y demás.

Pero bien, ¿a qué se debe toda esta historia? La respuesta es que hace algunas semanas, también, vi Hell Boy 2 y ahí sale un personaje espectacular (o eso me pareció al inicio, con un porte flemático), es este tipo de las dos espadas, el nazi que se da cuerda (Krönen). Cuando el padre de Hell Boy lo tiene sobre la camilla dice que ese hombre es un adicto a las cirugías y usa el término específico para referir esa adicción, pero, diablos, no lo recuerdo. ¿Alguien sabe cómo se dice?

Lo busqué en la red y a lo único que llegué fue a un listado de parafilias horrible (o de horribles parafilias, whatever). Si tuviera que usar una palabra sería Tom(i)afilia, del griego tomé y filia, pero es sólo una suposición. Si alguien la conoce, hágamela saber, que no puedo dormir.

Bien, hasta aquí puedo decir que conservo cuatro de las seis perforaciones que me he practicado y que, aunque desconozco el término, la adicción continúa. Debe ser como esa sensación que da cuando se consume algún tipo de alucinógeno, se quiere probar los demás tipos (me han dicho).

Y para los curiosos… aquí el link al resultado más interesante que encontré de parafilias jo jo… CLICK AQUÍ. De aquí son de rescatarse la acrotomofilia, estigmatofilia y para los bien weird la formicofilia que… ¿no se considerará zoofilia?.