A ocho horas de espera














...


Cuando el tiempo camina hacia la misma dirección nuestra, su pasar y su devenir, importan lo mismo que la última estrella en desaparecer del firmamento por la madrugada. Cuando el tiempo se nos vuelve una cortina de acero sobre los hombros y carcome cada pensamiento en pequeños ensueños, entonces sabemos con certeza que su importancia nos ha trastocado.


¿Por dónde hemos de comenzar a gastarlo en momentos de poca inspiración? Ésto me pregunté en esta presente situación en que tengo el día entero (en exageración) para ser gastado y en teoría, tan pocas intenciones por hacerlo que, sinceramente, más vale no mover un dedo para iniciar.


Me encuentro en el aeropuerto de la ciudad de toluca. Mi vuelo sale sino hasta las 17 horas y yo, que he llegado con ocho horas de antelación. De esto uno nunca teme, pues se sabe que el tiempo cuando no se ha perdido es, digámoslo de una manera, diáfano.


Habiendo pasado apenas la primera hora, podía ver en los rostros de los cada vez nuevos viajeros, un dejo de sospecha y a la vez, de incomprensión, al no poder asimilar qué puede estar haciendo alguien durante tanto tiempo en una sala de espera. Crean o no, en el momento la verdad no se acercó siquiera, a perogrullo.


A tan sólo cuatro horas de espera, ya comí, ya caminé, ya documenté, ya estuve sentado, ya me puse a escribir y ya observé con detenimiento a los que circundan por aquí y hasta ahora me doy cuenta que el ‘tiempo muerto’ es, sin así quererlo, parte esencial de la vida. Y nosotros que nos jactamos de rock-stars.


...










P.d Hace un tan rico frío, que hasta rebozo puedo usar. Extrañaré eso al volver al eterno verano sonoreño.


1 escupitajos:

Mastodonte dijo...

ay! así se extrañan las cosas bonitas! :(

oye...de como te recuerdo a estas fotografías cambiaste muchooo! sí ya sé que todo el mundo cambia, lo sé, pero sabe, jaja...quería comentartelo, habeís crecido no cabe duda! jiji


un abrazo y umbeso enormes!!