Le petit mort



Deslicé una delgada cortina hacia la derecha y me encontraba ya dentro del recinto. Un humo denso y cálido se respiraba con dificultad y fascinación.

Y ahí estaba ella. El reflector apuntaba directamente al escenario, volvía su piel aun más pálida de lo acostumbrado, como seda escurriendo de sus hombros, de la punta de sus dedos…

Su voz, armoniosa y dulcísima voz, fluía lentamente por todo el lugar, flotaba cadenciosamente entre las mesas, se deslizaba como un líquido de terciopelo.

Yo, sin poder moverme, la contemplaba desde la entrada. Justo frente a ella, pero a una distancia desde la cual ella no hubo podido verme, continué observándola.

Entonces la vi a los ojos y sentí que ella cantaba sabiéndome. Ella me conocía y a través de su voz hablaba de mi. Contaba al público mi vida. Cada uno de mis más recónditos temores, miedos y dolores, ella los liberaba en ese dulce lamento.

En cada verso, una parte de mi vida quedaba más al descubierto, y al iniciar el siguiente sentía que te adentrabas aun más en mi pensamiento. Y todo lo hacías sin aún haberme visto. Sin haber vuelto a abrir tus ojos después de finalizar la primera pieza.

Antes de terminar la noche abandoné el lugar y te abandoné a ti, ahí. El miedo a que me descubrieras muchos más miedos de los que yo mismo me permito aceptarme me obligó a renunciar a ti.

No he vuelto al lugar. Algunos dicen que la cantante sigue haciendo su presentación con los ojos cerrados. Que no se permite ver a su público. Y sobretodo, dicen que ella ha renunciado a los aplausos, como se advierte al iniciar la presentación.






*inspirado en Killing me softly - Aretha Franklin.