latencia







(…) Me mantuve en silencio tres, quizá cuatro segundos para después colgarte. Tú preguntaste algunas veces « Bueno, ¿quién es? » sin recibir respuesta. La verdad no me atreví si quiera a murmurar un « hola ». Mucho menos a fingir un « ¡Disculpe, número equivocado! ». Te colgué y no he vuelto a saber de ti desde ese entonces, como siempre, como de costumbre, hasta la siguiente vez. La sola idea de saber que tu número de teléfono es el único vínculo vivo entre nosotros me llena de tranquilidad, y de un pánico indescriptible, producto de esa posibilidad constante al paso del tiempo. Una muerte intestina me ocasionaría el justo momento en que, al colocarme el auricular al oído, escuchara la voz informando de la suspensión definitiva de tu número telefónico, en lugar de ese « ¿bueno? » entonado por tu voz.







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luto