Entonces yo no lo sabía; me parece que sigo sin conocer esa palabra que nos hace entrar mínimamente en la percepción del otro y ver con sus ojos.
La mañana había sido productiva para nosotros. En compañía de Don Blas aprendí algunas formas coloquiales de saludar. -Kwíra se puede decir durante todo el día, me decía él mientras su mirada se perdía entre las montañas. Shkabó se usa por la noche, sólo por la noche. Algunas cosas no pude entenderlas, como la muerte por ahorcamiento, tan común entre los rarámor...
Cada cierto tiempo nos tomábamos la libertad de caminar un poco después de estar sentados platicando. Yo, por decirlo de una forma elegante, lo llenaba de preguntas. Él, con la misma sonrisa que un profesor le dedica a su aprendiz, me contestaba sin titubear. Al finalizar, a veces después de caminar o salir a por leña, entrábamos a la casa a tomar una buena taza de café acompañada de una tortilla (rimé) dependiendo de la suerte del día: harina o maíz... generalmente maíz recién molido.
Uno de esos días, mencioné que no suelo tomar café (ya no, ya no...). Entonces me ofreció en lugar de la diaria taza de café, una de chocomíl. Mi respuesta, tonta respuesta, fue: No, no tomo leche, gracias. Y fue entonces que Don Blas, con esa misma sonrisa dibujando sus labios me hizo entender algo que no puedo olvidar y que resumo aquí con su réplica:
¿Y con agua? Como lo tomamos nosotros.
tétireba, Don Blas, he amígu.